miércoles, 20 de julio de 2011

Ecija Ciudad Maldita...


Parece ser que estudios científicos demostraron que en nuestra manera de ser, en nuestra impronta genética hay una determinación denominada “herencia cultural” que a menudo se perfila en momentos históricos traumáticos, en la Alpujarra pude comprobar parte de esta teoría, los alpujarreños poseen cierto miedo e intranquilidad hacia los “extranjeros” denominándose como tal a todas las personas que no hayan nacido a 50km a la redonda, esta condición parece venir determinada por la época de colonización tras la conquista cristiana de aquellas tierras, cualquier persona que viniera de afuera era una auténtica desconocida que podía acusarte con el dedo para ir junto a la luz y el calor de la hoguera, mientras se repartía junto a la Inquisición parte del botín ya que los bienes materiales se distribuían una vez ejecutada la sentencia entre la Santa Inquisición y quien hubiera ayudado en su labor tan loable para el bien de España a purificar las almas impuras...


En Écija parece ser que esta época traumática para media Iberia también caló en la genética quedándose hasta nuestros días en los genes, y no es para menos.
En la ciudad del sol, fortaleza morisca de los primeras décadas cristianas, la luz que mas brilló en las mentes de su ciudadanía durante largo tiempo fueron las de las hogueras que siempre amenazaba a toda aquella persona que pudieran declarar falso cristiano, hereje, judaizante... hasta tal punto llegaron a propagarse las acusaciones amparados en que el Tribunal de la Santa Inquisición permitía que los acusadores pudieran permanecer en el anonimato... que la avaricia por conseguir los bienes del acusado hizo el resto, hasta tal punto que los “Señores” y “Caballeros” Ecijanos alarmados por el enjuiciamiento masivo que se estaba realizando a la ciudad, tal como atestiguan las actas recogidas del tribunal “mandaron a uno de sus regidores para que fuera a Madrid a gestionar ante el propio Felipe II un indulto general, es más, el propio rey llegó a pedir y a conseguir del Papa Clemente VIII que expidiera un breve en 1597, en que absolvía a los judaizantes de sus delitos, personaba a cuantos estaban a la espera de juicio, los libraba de toda infamia a ellos y a sus descendientes e incluso concedía un «período de gracia» de cuatro años, durante los cuales, cuantos acudieran a la Inquisición arrepentidos de haber judaizado, podrían gozar de todos estos privilegios.”.
Esta breve fue expedida gracias sobre todo a que rellenaron las arcas del monarca y del Papa el señorio ecijano y este dato es curioso, porque generalizando, los señorios formaban parte acusadora en toda Iberia para sumar a sus arcas los bienes del acusado y aquí se tornaron habidas cuentas de que la labor la realizó el propio pueblo de manera frenética hasta tal punto que vieron peligrar la reputación de la ciudad.

En Écija también surgió el brote xenófobo auspiciado por el arcediano Hernán Martínez que incendió el alma de este pueblo para asesinar en esta ciudad a 4000 de sus habitantes por ser supuestos judíos en una sola noche tras saquear e incendiar la sinagoga, sin juicio alguno evidentemente, sucesos que se propagaron por toda España.

Tiempos oscuros, tiempos malditos que hicieron de la ciudadanía ecijana personas que por una parte se sentían inseguras y con un miedo permanente a ser declaradas herejes y por otra, personas acostumbradas a declarar falsas acusaciones sin permitir la defensa del acusado, y esto cala, y cala de tal manera que la idiosincrasia ecijana está repleta de lo que se ha venido a denominar “huellas moriscas” que se observan en la actitud de un pueblo y en sus costumbres.
Aquí todavía se ven costumbres como el Flamenco replegado en casi toda Andalucia a las vitrinas, pero que aquí se puede escuchar en plena calle, flamenco, que no viene a ser otra cosa morisca que el “Felah Mencub”, el canto del desposeído, el canto del que le han arrebatado todo, sus bienes materiales y los inmateriales, su ser.
Aquí todavía reboza el pueblo de costumbre semana santera, junto a vírgenes que reposan en una media luna, símbolo morisco y donde el paso mas sentío y con mas adeptos es el que sale de San Gil, antigua judería y actual barrio de los gitanos, los desheredados, los moriscos.

Y en cuanto a actitud, continúan con la herencia..., ¿como no?
Y hasta los que ahora levantan la bandera de un nuevo mundo que salga supuestamente del corazón llevan a ese corazón sangrando... porque continúan con las formas de antaño, la de acusarte con labios venenosos a la espalda para que no puedas defenderte, ni saber de qué se te acusa ni quien, la de juzgarte sin poder declarar tu inocencia ya que sus oídos se han dejado envenenar, la de condenarte a pesar de los pesares... menos mal que ahora las llamas no arden, aunque algunas queman sin necesidad de leña que las avive.

No sé si la herencia cultural dada por genética es una manera de intentar comprender y justificar a estos pueblos, como el alpujarreño que aún recela del caminante o del ecijano que te juzga sin posibilidad de defensa.
Supongo que no habrá que tenerles mal recuerdo de sus acciones, pero lo cierto es que perduran estas actitudes de la que solo ellos (como pueblo) son responsables a pesar de que sea una huella maldita de aquellos convulsos tiempos  y que continúan reproduciendo plenamente satisfechos mientras las demás padecen sus sufridos acontecimientos históricos.
Como decía Mahatma Ghandi :
“Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”.

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