lunes, 14 de marzo de 2011

El Arquitecto y el Albañil

En algún lugar no muy lejano de aquí hay una ciudad que como tantas otras crecía y crecía a sus anchas sin mirar hacia donde, como o porqué, lo importante siempre era dicho, es crecer, crecer y crecer, pues bien, esta ciudad fue un poco peculiar, os explicaré porqué, en ella trabajaban un arquitecto y un albañil.
El arquitecto muy versado en estudios de importantes Universidades del país siempre encomendaba al albañil la tarea a realizar jactándose de que él estaba cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos, mientras el albañil, al cual solo le había enseñado la experiencia de sus manos no le era permitido obrar de distinta manera a como le dictaba su arquitecto, los años iban pasando y el albañil construía una y otra, una y otra casa, cuando no realizaba alguna otra obra de interés público.
El arquitecto siempre se sentía orgulloso de su labor, ridiculizando cuando las circunstancias se lo permitían al albañil, este que era tímido e introvertido apenas articulaba palabras en su defensa cuando le achacaba el arquitecto que si era un bohemio y un soñador, ¿un bohemio y un soñador? Si yo solo quiero hacer casas mas acogedoras, pensaba el albañil.


Y así continuó construyendo el albañil casas cuadradas, pegadas unas a otras, con ventanas pequeñas pero que de igual manera el frío la invadía y en el porche, un triste árbol que quedaba olvidado para sus propietarios.
Un día, el albañil cansado de sentirse vacío por dentro decidió retirarse de la ciudad y comenzar a construir una casa, su casa, mas bien, su morada la que haría a su manera, sintiendo cada movimiento de sus manos como algo único, sin escuchar el discurso de aquel arquitecto que siempre le deía: porque yo estoy cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos.

Así que con los pocos ahorros que tenía tras tantos años de trabajo, se retiró a las afueras y comenzó a planificar su morada, primero, estuvo largo tiempo sintiendo la tierra y esta le habló y le dijo como tenía que construir, así que manos a la obra, el albañil comenzó a construir una nueva casa, pero esta no era una de tantas y tantas de las que ya había construido, esta era como la primera vez, aun mas distinto porque esta era su morada.
Llevaba el albañil algunas semanas trabajando, habiéndose olvidado por completo del arquitecto cuando apareció de pronto.


  • Jejeje, ¿esta es la morada de la que todo el mundo habla?
  • No sé de que hablan.
  • Dicen la gente que te vas a construir una morada que será barata y bonita, pero sobre todo acogedora.
  • Pues supongo que sí esta es. - Contestó el albañil.
  • ¿Porqué no te dejas de estupideces y vuelves conmigo? ¿A trabajar de verdad y ganar algún dinero?
  • Ya trabajo aquí, y tengo algún dinero.
  • ¡Ja! ¡A esto le llamas trabajar? Con estas formas redondas y estos materiales...
  • Los materiales me los dió la naturaleza y el entorno.
  • ¡La naturaleza! Acaso quieres que se desmorone la casa antes de que comiences a habitarla, anda ¡Vuelve conmigo! Yo estoy cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos.



Y ante la negativa del albañil de seguirle, al arquitecto abandonó lo que podría ser una supuesta morada entre resoplidos y maldiciéndolo por no irse con él.
En la ciudad, todo el mundo hablaba de la morada del albañil, que si iba lento, que si lo mismo se caía con esos materiales con los que contruia... el arquitecto no desaprovechaba oportunidad para reirse del albañil y decir: porque yo si que estoy cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos.
Poco a poco, mas bien, muy poco a poco, el albañil iba concluyendo su morada, el techo lo tenía terminado, por lo que podía quedarse a dormir mientras levantaba las paredes que ya sobrepasaban su estatura, el albañil empezó a observar que aunque la obra se le estaba alargando en el tiempo mas de lo deseado, al menos, estaba disfrutando cada paso y conseguía desechar aquellos comentarios que le traían de la ciudad de que el arquitecto se jactaba de su obra mientras recordaba a las gentes: yo soy el que estoy cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos.

Y al fín, un día como cualquier otro la morada quedó concluida, todo hay que decirlo gracias a la ayuda de algún amigo y algún que otro curioso que mientras se acercaba para comprobar la obra, se ofrecía para ayudarle.
El albañil, satisfecho convocó a todos sus amigos y conocidos a una fiesta de inauguración, y allí se presentaron y allí disfrutaron y allí se convencieron de que aquella casa, era digna de ser llamada, morada.

Al transcurrir unos meses, uno de sus amigos se le acercó y le dijo:
Amigo albañil, porqué no construyes una morada también para mí.
No me importaría nada en absoluto, pero has de saber que tardaré dos o tres veces mas que en hacerte una casa normal. - Le contestó el albañil.

Y no debió de importarle porque el albañil se puso manos a la obra, y mas mano a la obra y aún mas mano a la obra, porque sabéis qué, la gente tocaba a su puerta todos los día para pedirle una morada como la suya, Y fué así como comenzó a sentir que disfrutaba con su trabajo mientras, ¿Os acordáis del arquitecto? Aquel que decía: yo estoy cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos. Pues aquel arquitecto el trabajo cada vez le escaseaba mas y mas, teniendo que despedir a la gran mayoría de sus albañiles hasta que un día se tuvo que ver en la faena de realizar una obra el mismo, y ¿Sabéis qué ocurrió? Que no supo como realizarla, pues había estudiado pero nunca lo había hecho, así que tiró el cubo de mezcla encolerizado y el palaustre por otro lado y cabizbajo se marchó de aquella obra.

Los pocos trabajadores que quedaban viéndose ya en el paro, dejaron sus herramientas y fueron a ver al albañil, al que le contaron lo sucedió tras lo cual este dijo:
Aunque yo ni ninguno de ustedes está cualificado para construir grandes catedrales, palacios y congresos, sí que sabemos construir una morada donde vivir, sentir, y ¡reír! Donde nuestros retoños jugarán libres y felices.

RCVicent

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